¡Qué bueno eres, Dios mío! ¡Cómo me amas! Te has dado todo Tú a mí, te has hecho todo mío. Alma mía, recoge toda tu capacidad de amar y únete estrechamente con tu Señor, que ha venido para unirse contigo y para que le devuelvas amor.
Señor, que me has redimido, te abrazo: Tú eres mi amor y mi vida. Me uno a ti; no me rechaces. ¡Pobre de mí! ¡qué tonto soy tantas veces! En muchas ocasiones en mi vida me separo o me olvido de ti; pero de ahora en adelante prefiero perder mi vida mil veces antes que perderte otra vez, porque Tú eres el bien más grande que tengo. Olvídate, Señor, de todas las veces que no te he tratado como mereces y he pecado contra ti, y apiádate y perdóname; me duelen de todo corazón. A pesar de haber pecado contra ti, me mandas que te ame: Amarás al Señor tu Dios, con todo tu corazón. ¿Quién soy yo, Señor, para que desees que te ame? Puesto que así lo deseas, yo quiero amarte. Tú quisiste morir por mí, y me diste tu carne como alimento; yo todo lo dejo y sólo a ti me abrazo, pues eres mi Salvador. ¿Quién me separará del amor de Cristo?, ¿A quién otro quiero más sino a ti, que eres la infinita Bondad y eres digno de un amor infinito? ¿Qué hay para mí en el cielo y qué puedo querer fuera de ti en la tierra? Lo mío es Dios para siempre. Verdaderamente, Dios mío, ¿qué mayor bien que Tú puedo encontrar ni en el cielo ni en la tierra, o quién me amará más que Tú? Venga a nosotros tu reino. Jesús bueno, toma, por favor, esta mañana, entera posesión de mi corazón, pues te lo ofrezco todo entero. Apodérate de él para siempre y apártalo de cualquier afecto que no provenga de ti. A ti sólo escojo como anhelo mío y riqueza mía: Dios de mi corazón, lo mío eres Tú para siempre. Dame tu amor y tu gracia; haz que te ame y sea amado por ti, y así ya seré bastante rico; nada más deseo, nada más busco. Pero Tú conoces bien mi debilidad y cuántas veces he sido infiel contigo; ayúdame con tu gracia, y no permitas que nunca me separe de ti. Esto te digo ahora, y quiero decírtelo siempre; concédeme que siempre pueda repetirte: No permitas, no permitas que me aparte de ti. Señor, espero en Ti; te adoro, te amo, auméntame la fe. Sé el apoyo de mi debilidad, Tú, que te has quedado en la Eucaristía, inerme, para remediar la flaqueza de las criaturas. ¡Oh Jesús, fortalece mi alma, allana el camino y, sobre todo, embriágame de Amor!: hazme así una hoguera viva, que encienda la tierra con el divino fuego que Tú trajiste. Virgen Santa, Esperanza mía, María, pide para mí a Dios esta doble gracia: la perseverancia final y el amor, no pido más. Gracias por la vida y por todas las cosas que me has dado sin que yo me lo merezca. Gracias por la fe y por la educación cristiana que estoy recibiendo. Gracias por mi familia, por mis amigos y por toda la gente que me quiere. Gracias por los sacramentos, tu propia Madre, la Virgen, la gracia santificante, la vocación , tantos bienes que me has dado, incluso los que no conozco. Gracias, Jesús, por la Santa Misa y por la Comunión. ¡Qué bueno eres y cuánto me amas! Yo te adoro y te amo. Quiero amarte más, mucho más. ¡Ayúdame!, porque a veces me olvido de Ti y otras veces me vence la tentación y el mal. Señor, mira que estoy enfermo del alma, manchada por mis pecados; Señor, Tú que por amor has muerto en la cruz por mí, ven a curarme. Invocaciones a Jesús Redentor / Índice
Cerrar![]()
![]()
![]()
![]()
![]()
Lunes