Cerrar

Domingo

Jesús, Redentor y Dios, te adoro presente en mi pecho bajo las especies sacramentales, por las que te has hecho alimento de mi alma. Sé bienvenido a mi alma. Por este gran beneficio te doy gracias de todo corazón, me pesa no saber agradecértelo como te mereces. ¿Cómo podría agradecer un humilde cam­pesino la visita de su rey, si no es postrándose a sus pies, admirándose y alabando un honor tan grande? Me postro, pues, ante ti, Rey divino, Jesús, y te adoro en mi pequeñez. Uno mi adoración a la de María Santísima cuando te recibió en su seno; y quisiera amarte con el mismo amor con que Ella te amó. Re­dentor ¡cuántas veces he desobedecido tus mandatos, ¡Jesús bueno!, confío en que habrás perdonado mis pecados. Pásalos por alto, Tú que eres la bondad infinita, pues me duele de todo corazón haberte ofendido. ¡Ojalá te hubiera amado siempre, Jesús! Tú me escogiste para ser santo y amigo tuyo, ¡qué más podías hacer para que yo te amara! Gracias porque con tu gracia recuperaré el tiempo perdido. Quiero amarte con todo mi corazón. Dios mío, ¿de qué me valen las riquezas? ¿de qué los goces de este mundo? Tú lo eres todo para mí. Desde ahora Tú serás mi único bien y mi único amor.

Padre eterno, por el amor de este Hijo tuyo, a quien hoy he recibido en mi corazón, te pido que me concedas la perseverancia en tu gracia y el don de tu santo amor. Te encomiendo a todos mis fami­liares, amigos; también a las almas del purgatorio y a todos los pecadores. Madre mía, María Santísima, pide para mí la perseverancia y el amor de Jesucristo.

Buen Jesús, si he de ser apóstol es preciso que me hagas muy humilde. Que me conozca: que me conozca y que te conozca. Señor, solamente confiaré en Ti. Ayúdame, para que te sea fiel, porque sé que de esta fidelidad en servirte, dejando en tus manos todas mis preocupaciones, puedo esperarlo todo.

Señor mío Jesús: haz que sienta, que secunde de tal modo harás; pero, también me consta que quieres que te los pida, que quieres que te busque, que llame fuertemente a las puertas de tu Corazón.

¡Oh, Jesús, quiero ser una hoguera de locura de Amor! Quiero que mi presencia sola sea bastante para encender al mundo, en muchos kilómetros a la redonda, con incendio inextinguible. Quiero saber que soy tuyo. Después, venga la Cruz...

Jesús, tu locura de Amor me roba el corazón. Estás inerme y pequeño, para engrandecer a los que te comen.

Oh María, Virgen y Madre Santísima, he recibido a tu amadísimo Hijo, que concebiste en tus inmaculadas entrañas, criándolo y alimentándolo con tu pecho, lo abrazaste amorosamente. Al mismo que te alegraba contemplar y te llenaba de gozo, te lo presento y te lo ofrezco con amor y humildad para que lo abraces, lo quieras con tu corazón y lo ofrezcas como supremo culto de latría a la Santísima Trinidad, por tu honor, tu gloria y por mis necesidades y las del mundo entero. Te ruego, piadosísima Madre, que me alcances el perdón de todos mis pecados y gracia abundante para servirte desde ahora con mayor fidelidad, y por último, la gracia de la perseverancia final, para que pueda alabarlo contigo por los siglos de los siglos.

Invocaciones a Jesús Redentor / Índice