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Novena a la Inmaculada

Gn 3, 9-15: «Después que Adán comió del árbol, el Señor llamó al hombre: `Dónde estás?' Él contestó: `Oí tu ruido en el jardín, me dio miedo, porque estaba desnudo, y me escondí'. El Señor le replicó: `Quién te informó de que estabas desnudo? ¿Es qué has comido del árbol del que te prohibí comer?'Adán respondió: `La mujer que me diste como compañera me ofreció del fruto, y comí'. El Señor le dijo a la mujer: `¿Qué es lo que has hecho?'. Ella respondió: `La serpiente me engañó y comí'. El Señor Dios dijo a la serpiente: `Por haber hecho esto, serás maldita entre todo el ganado y todas las fieras del campo; te arrastrarás sobre el vientre y comerás polvo toda tu vida. Pondré enemistad entre ti y la mujer, entre tu linaje y el suyo; ella te herirá en la cabeza cuando tú la hieras en el talón.'»

La Creación ha perdido la armonía porque el mundo ha sufrido una profunda herida. La tierra esconde sus frutos y los animales se rebelan y huyen del hombre. El «señor del mal» se hincha de orgullo porque cree haber destruido la obra del Creador. Como dueño se arrastra por el mundo mordiendo con el veneno de la desesperanza y llenándolo todo del odio de su baba asquerosa.

Adán y Eva, engañados por el maligno, abandonan el Paraíso. E1 demonio les dijo que serían como «dios» y ahora se ríe de su ingenuidad. Les prometió lo que no podía dar, le creyeron y los abandonó y esclavizó... Y su sonrisa causa frío y soledad.

Los hombres vagan por el mundo. En sus ojos desesperanza y en sus manos empuñan espadas por miedo a sus hermanos. En su cabeza repica el grito del «señor de la muerte»: «Seréis como Dios> (Gen 3, 5). Se han convertido en el «dios» de la basura y la miseria, de la guerra y la crueldad. Sus servidores son el odio y la hipocresía. Su conciencia, oscurecida por el pecado, les lleva a perseguir al que hace el bien y a venerar al que hace el mal. No obedecen a Dios y acaban adorando a los animales como si fueran Dios. Huyen del Creador y descubren que nada tienen y que están desnudos de felicidad y alegría.

La muerte les va pisando los talones y ellos matan, en su loca carrera, a sus hermanos, por un trozo de carroña. Buscan la felicidad y, errantes de cueva en cueva, esperan tiempos mejores.

El diablo se corona como «príncipe de este mundo». La «serpiente mentirosa» escupe su baba dejando un rastro de confusión, idolatría, superstición, odio, blasfemia, desconfianza, miedo... y ata, más y más, a los hijos de Adán y Eva. Les quita, poco a poco, su libertad... y desde su trono duro y negro sonríe y lo llena todo de frío y soledad.

La Trinidad se reúne en Consejo, desde antes de la Creación del mundo. Dios no ha abandonado a la humanidad. Sabe, el Creador, que el hombre y la mujer se dejarán seducir por el ángel caído. Decide que el Hijo de Dios se haga hombre, nazca de una Virgen, y los libere del mal. La Virgen jamás será encadenada por el pecado. Su alma reflejará, como un precioso diamante, la Luz de Dios. Las tinieblas desaparecerán ante su presencia.

Por una mujer, Eva, entrará el pecado; por una mujer, María, entrará la salvación. «Antes que los abismos fui engendrada yo, antes que fuesen las fuentes abundantes de las aguas» (Pr 8, 24).

Amanece en el mundo. E1 hombre despierta de sus pesadillas, abre los párpados esperando encontrar de nuevo la oscuridad... y, de pronto, un rayo de luz penetra en su estancia oscura. El corazón le late con fuerza y un temblor de emoción recorre su cuerpo. Un lucero brillantísimo ha aparecido en el cielo y con su luz de plata alumbra el firmamento... y la mujer y el hombre se ponen a reír y su alma se llena de esperanza.

La «serpiente mentirosa» en su trono siente la herida de la nueva luz. Tiembla su sitial que se resquebraja y rompe en mil pedazos. El «príncipe» ha sido destronado. Retorciéndose de rabia, de dolor y miedo, se esconde en lo más profundo. Sabe que su reino ha empezado a sucumbir y que las cadenas del pecado serán aniquiladas.

Ha nacido en Nazaret una Niña. El nombre de sus padres: Joaquín y Ana. El nombre de la Niña: María. E1 tiempo pasa. Y los hombres no dejan de mirar la Estrella que nació con la Niña. Y María crece... Poco a poco, en la tierra, vuelven a nacer las flores, a cantar los pájaros. Las mujeres y los hombres se esfuerzan por ser más amables y su trabajo vuelve a dar gloria al Creador.

La Niña es ya adolescente. Su belleza, indescriptible. Su alma es más hermosa que la de Adán y Eva antes del pecado original. Llena de Gracia. Su rostro perfecto, lleno de luz, es como un espejo limpísimo. Sus ojos grandes miran de frente y miran hasta llegar al alma y regalarle su paz. Sus labios sonríen y son puros.

Las mujeres y los hombres siguen la Estrella y llegan a María. La miran y no pueden dejar de servirla. De rodillas besan su manto. Los pequeños suben a su regazo y la besan. Yo la beso y me abrazo a Ella, porque soy pequeño e indefenso.

Toda Ella llena de dones. Es Inmaculada. Sin mancha. Dios la ha protegido del pecado original y, con su ayuda, la Niña no ha ofendido jamás al Creador. Ella, venciendo al pecado, ha pisado la cabeza de la serpiente que muerde el polvo de su propia mentira. Ella es la Madre de Dios y la Madre de los hijos de Dios.

María Inmaculada,
que siempre te mire,
que nunca te abandone.
Dame tu luz de amor,
haz que venza la oscuridad del pecado.
Madre Inmaculada.
Escogida como Madre de Jesús,
Llena de Gracia, Vencedora del pecado,
Humilde esclava del Señor,
Concebida sin pecado original
Ruega por nosotros pecadores, ahora
y en la hora de nuestra muerte. Amén.