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Día 6: María y el apostolado

Lc 1, 30-33: «No temas, María, porque has hallado gracia ante Dios. Concebirás en tu seno y darás a luz un hijo, y le pondrás por nombre Jesús. Será grande, se llamará Hijo del Altísimo; el Señor Dios le dará el trono de David, su padre, reinará sobre la casa de Jacob para siempre, y su reino no tendrá fin.»

Juan Pablo II, rezando el Via Crucis, en el Coliseo de Roma, nos enseñó:

«María recordaba estas palabras. Las consideraba a menudo en la intimidad de su corazón. Cuando en el camino hacia la cruz encontró a su Hijo, quizás le vinieron a la mente precisamente estas palabras con una fuerza particular.

Reinará (..) su reino no tendrá fin’, había dicho el mensajero celestial. Ahora, al ver que su Hijo, condenado a muerte, lleva la cruz en la que había de morir, podría preguntarse, humanamente hablando: ¿Cómo se cumplirán aquellas palabras? ¿Cómo será que su reino no tendrá fin? Son preguntas humanamente comprensibles.

María, sin embargo, recuerda que tiempo atrás, al oír el anuncio del Ángel, había contestado: ‘Aquí está la esclava del Señor; hágase en mí según tu palabra' (Lc 1, 38).
Juan Pablo II, Via Crucis, 4ª estación, Viernes Santo de 2000.

Con tu entrega generosa llenas el mundo de amor. Tú eres el Refugio de los pecadores, el Auxilio de los cristianos, la Reina de los apóstoles. Tu presencia es un imán que atrae los corazones, tus palabras me hablan de Jesús. Tú eres un Puente que me conduce a Jesús, un Camino que me lleva al Cielo, una voz que me llama y me anima.

Sé que cuanto más te ame más valiente seré para hacer apostolado, sé que a tu lado no tendré miedo del qué dirán, sé que si te pido por mis amigas y amigos éstos acabarán encontrando a Dios. Sé que quien te reza acaba por enamorarse de Cristo.

Cada día hablaré contigo de mi apostolado, cada día tú acercarás a Jesús a esos por los que te pido.

Madre, hazme apóstol intrépido, audaz, constante, que me apoye como Tú en la Cruz de Jesús. Yo sé que Él me necesita. El Papa hablando a los estudiantes enseña

«Tenéis necesidad de Cristo, pero también Cristo tiene necesidad de vosotros para que lo deis a conocer a vuestros coetáneos, con los cuales compartís experiencias y esperanzas. La Iglesia os confía la misión de llevarles la luz de la verdad de Cristo y su anuncio universal de salvación. Estad siempre dispuestos a pensar en los otros, olvidándoos de vosotros mismos para acercar a los hermanos a Dios. De este modo podréis contribuir en la construcción de un mundo mejor y más solidario, porque la conversión y el compromiso de uno son un germen de salvación para todos.
Os confío, queridísimos jóvenes, juntamente con vuestro empeño, a María, Reina de los apóstoles. Invocadla muchas veces e imitad sus virtudes. Ella os ayudará a conocer más íntimamente a Jesús y a seguirle con creciente fe y alegría» (Juan Pablo II, 17-IV-2000).

A los ojos humanos Jesús ha fracasado, los apóstoles han huido, la gente lo ha rechazado. Pero Tú, Señora mía, te entregas más y más a Él, le acompañas en este aparente fracaso; le ayudas a plantar la Cruz para que nazcan de ella millones de flores y frutos de fe y amor. ii No te desanimas, no vacilas, confías!! Y rezas con más y más fuerza: «¡HÁGASE EN MÍ SEGÚN TU PALABRA

«Casi toda mi familia es católica y lo debo a mi abuelo. Nacido en una familia no católica de Hungría, disfrutaba contándonos historias de su tierra natal. Su relato favorito se refería al día en que, siendo pequeño, encontró una estampa de la Virgen cuando iba camino de la escuela. La recogió y la colocó en un libro; desde entonces no cesó de preguntarse quién sería la hermosa señora del grabado.

Cierto día un profesor vio la lámina. Se le había caído inadvertidamente del libro. Muy enfadado interrogó a mi abuelo sobre cómo y dónde la había conseguido. A pesar de que dijo la verdad, le propinó una severa reprimenda. Ello no hizo más que agudizar la curiosidad que ya tenía. ¿Cómo era posible que alguien recibiera una reprimenda por llevar una estampa? Y lo más importante: ¿Quién era la persona que estaba allí dibujada?

En 1905 llegó a América y se instaló en Dakota del Norte, donde conoció a mi abuela. Era protestante y en 1917 se casaron por lo civil ante un juez de paz. Su curiosidad por la Virgen no cesó hasta que en una iglesia católica le dieron explicaciones. Lo que empezó siendo curiosidad por la persona, se convirtió en interés por la religión que la veneraba. Mis abuelos fueron a la catequesis; se convirtieron al catolicismo; se casaron por la Iglesia; y educaron en la religión católica a sus once hijos.

Gracias a una estampa de la Virgen, mis 85 primos y 105 primos segundos son católicos. Algunos no lo son, pero de ellos ya cuidará el abuelo desde el Cielo.

Y es que por María siempre se llega a Jesús y a su Iglesia» (María entre nosotros, nº 1033, Obra Cultural Barcelona).

JACULATORIA: Reina de los apóstoles, ruega por nosotros.