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Día 3: María y la llamada

Lc 1, 38: «Dijo entonces María: He aquí la esclava del Señor, hágase en mí según tu palabra.»

Conocer, preguntar las dudas, reflexionar, aceptar, confiar, darse sin condiciones... son escalones que me llevan a la puerta de la entrega. Pero, Señor, ¿Cómo saber qué esperas de mí? ¿Cómo acertar el camino adecuado? ¿Cómo superar el miedo a caerme, a no ser capaz, a decir SÍ a lo que me pidas?

En la casa de María encuentro la respuesta. Su rostro hermosísimo no busca la vanidad, sus ojos  que enamoran  miran siempre con dulzura; su corazón generoso se da a Dios y sirve más y más a los demás; es exigente consigo misma pero comprensiva con las mujeres y los hombres de Nazaret. María dice SÍ a lo que Dios le pide, por medio del ángel, porque antes ha dicho sí a lo que Dios le ha pedido en su corazón: olvidarse de sí, ser mujer de fe, servir a todos, estar en lo pequeño por amor...

Como María, quiero cumplir tu Voluntad. Ser instrumento donde Tú quieras que esté. Y, para saber lo que me pides, procuraré: rezar, servir, recomenzar una y otra vez en mi vida cristiana. No buscaré lo que me apetece, sino hacer todo lo que pueda según mis circunstancias. Preguntar, rezar, confiar... En la oración, apunto en un papel los motivos:

Motivos para decir Sí

Motivos para decir No

Respuestas

Él se ha entregado a mí, yo me entrego a Él.

Soy muy joven.

San Juan era joven La Virgen era joven.

En mi interior, algo me empuja a decir: ¡Hoy y ahora!

No seré capaz.

Con Jesús, ¡sí! Él me ayudará.

¡Vale la pena!

No conozco «todo» en la vida; ¿cómo escoger?

Es imposible conocer todo. Me basta conocer a Jesús. En Él está todo.

Mucho depende de mi respuesta.

¿Qué dirá la gente? ¿Qué pensarán todos de mi decisión?

¡Lo que importa es lo que piense Jesús de mí!

¡Porque me da la gana!

¿Seré feliz?

Si lo hago por Jesús seré más feliz que nadie.

Jesús, me necesita.

¿Por qué yo? Podría seguir otros caminos.

También los apóstoles podían seguir otros caminos. No quiero ser como el joven rico del Evangelio.

La Llamada es un beso de Dios, un don, un regalo.

No lo «veo», no me atrevo, tengo miedo.

Es un «interruptor» que se enciende desde dentro. ¡Confía en Jesús! ¡Déjate guiar!

María, luz en mi camino, ya ves que soy cobarde, tengo miedo, no me decido... no sé qué hacer. Me acerco a ti, me pongo a tu lado e intento repetir la canción que sale de tus labios: «Hágase en mí según tu palabra». Me coges de la mano y me muestras a Jesús. Delante de Él me enseñas a rezar: «Hágase tu voluntad en la tierra como en el Cielo». María, Señora mía, Reina mía, Esclava del Señor; cuenta conmigo, pero permanece siempre junto a mí. Solo no puedo, contigo seré capaz.

El Papa me anima a ser valiente: «Formula al divino Maestro, con seriedad y disponibilidad sincera, la pregunta: `¿Qué quieres que haga? ¿Qué proyecto tienes para mí? ¿De qué modo puedo responder a lo que la Iglesia me pide? El Señor no os dejará sin respuesta en lo profundo de vuestro corazón; lo hará en el momento preciso y providencial» (Juan Pablo II, Orar, Planeta-Testimonio.).

Santa María, Señora del Sí, enséñame a decir Sí a Jesús.
Santa María, Esclava del Señor, enséñame a servir a Jesús.
Santa María, Reina de la entrega y de la alegría, enséñame que vale la pena.
«Hágase en mí según tu palabra».