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Vocación

Pensarás que si no eres ni sacerdote ni monja poco podrás hablar de este asunto, pero lo cierto es que todos, sí todos, tenemos vocación.
Si eres de los que ya la has descubierto y hubo un día en que decidiste apostar tu vida en una maravillosa aventura divina, cuenta entonces cómo agradeces y cuidas esa vocación, si has admitido alguna duda y cómo has luchado contra ella, si le das gracias todos los dias a Dios por esa llamada que te hizo y si procuras cada jornada volver a entregarte de nuevo.

Cuenta si hay algo que te preocupa, alguna dificultad extraordinaria o algún aspecto concreto de tu vocación que estas descuidando especialmente.

Habla también de cómo se manifiesta tu vocación en los ambientes por los que te mueves: si te da miedo que tus amigos conozcan que estás entregado a Dios, o si rehuyes hablar de ello con naturalidad y si en casa eres más servicial, si te ven alegre y contento.

Cuenta si ahora te sientes y te sabes más querido por Dios y aprecias mejor todo lo que El hace por ti; si te duelen más tus faltas de generosidad y si procuras aplicar el "omnia in bonun" (todo es para bien) en lo que te ocurre, y si de verdad afrontas cada circunstancia, favorable o desfavorable, con la seguridad de que "como tengo vocación, la venceré".

Si, por el contrario, en tu caso no hay, lo que podríamos llamar, una "decisión de entrega en concreto", habla en tu dirección espiritual de los medios que pones para "descubrir" tu vocación, si de verdad estás dispuesto a darle a Dios un cheque en blanco, si le preguntas a Él lo que espera de ti. La llamada de Dios es, sin duda, exigente pero no huyas de este aspecto tan importante. Saber lo que espera Dios de ti es tal vez la respuesta a la pregunta más importante de tu vida.