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Santa Pureza

Llegamos a uno de esos temas de los que aparentemente sería más cómodo no hablar. Al contar tu lucha por vivir limpiamente, no te olvides de esa clave de la sinceridad. Trata a fondo y sin miedo cuáles son tus mayores descuidos en esta virtud.

Examina por qué piensas que se producen esas caídas graves o no, y esos descuidos en la guarda del corazón, y a qué se deben (quedarse sólo viendo el televisor, descuidar la vista por la calle, modo de leer el periódico o las revistas, acudir a lugares donde sabes que es difícil vivir esta virtud, dejarte llevar por el capricho o por la apetencia, dejarte llevar por malas amistades, estar perdiendo el tiempo, no querer cortar de raíz con las tentaciones, usar Internet inconvenientemente, etc).

Habla de tus tentaciones, de cómo luchas por evitarlas, de tus afectos desordenados, de lo que te tira para abajo en concreto, de cómo son las conversaciones con los amigos, de cómo cuidas tu pudor.

Habla de tu vanidad, del alto concepto que tienes de ti mismo, de lo que te gusta ser admirado por los demás. Que no te de miedo contar esos detalles vanidosos que van englobando el día (de cómo te miras al espejo, de cómo eliges la ropa para que se fijen, de cómo recibes los halagos de los demás, etc).

Cuenta los medios que pones para cuidar esta virtud y no te asustes de nada. Tenemos los pies de barro y en la juventud son muchas las pasiones que despiertan y que hay que aprender a dominar. Piensa siempre que vivir la santa Pureza, como decía San Josemaría Escrivá, es "una afirmación gozosa"; es decir, no es una lista inacabable de noes, sino una lucha constante por tener sólo amores limpios.