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Introducción

Abre las páginas de la guía telefónica. Allí encontrarás una lista de abogados, consejeros financieros, electricistas, farmacéuticos, banqueros y hasta entrenadores físicos. Todas estas personas saben más acerca de sus negocios que nosotros. Por ello, les pagamos para que nos ayuden en su particular especialidad. A algunos de ellos los llegamos a consultar regularmente e incluso algunos también son buenos amigos. Todos sus consejos son dirigidos a ayudarnos en la vida presente.
La única pregunta verdaderamente con valor es aquella del joven rico del Evangelio: ¿Qué debo hacer para heredar la vida eterna? La cual conduce a otras pregunta tales como ¿Cómo puedo alcanzar la santidad en esta vida? o ¿Qué es Dios para mí? Las respuestas de Dios para estas preguntas pueden darse por distintos caminos. Simplemente siguiendo los Diez Mandamientos como están escritos en nuestros corazones, es un buen comienzo tal y como Jesús aconsejó al joven rico. También podemos ver la Revelación Divina que nos llega por la Sagrada Escritura y la tradición  los consejos de la Iglesia a través de la enseñanza autorizada y los sacramentos. Luego podemos ver el estado de nuestra vida actual y las experiencias de nuestra vida pasada para tener buenas indicaciones sobre lo que Dios quiere de nosotros en el momento presente.
Sin embargo, para encontrar las respuestas a estas cuestiones, es muy conveniente tener un director espiritual. Como San Josemaría Escrivá señaló: "No se te ocurriría construir una buena casa para vivir en la tierra sin consultarle a un arquitecto. ¿Cómo quieres levantar sin un Director el alcázar de tu santificación para vivir eternamente en el cielo?" Esto es verdad para todo el mundo, no sólo para el pobre, el simple o analfabeto sino aún más para el satisfecho con su éxito.
Cada persona es un singular hijo de Dios con su particular código genético, temperamento y experiencias de vida. Dios tiene un plan específico para cada uno. Discernir este plan particular debería ser el continuo fin de todo cristiano serio. Como Dios normalmente prefiere trabajar a través de causas secundarias, surge directamente de los tiempos apostólicos, la práctica de buscar una dirección espiritual personal de una persona sabia y prudente quien pueda guiarnos a lo largo del camino a la santidad con todas sus inesperadas vueltas y cambios.
¿Y de qué hablo en mi dirección espiritual? Una pregunta como esta nos surge a todos ante el hecho no tan simple de contar a otro nuestra intimidad, nuestros defectos, nuestras luchas y todo lo que engloba la vida de un cristiano. La dirección espiritual es un asunto de tanta importancia que no merece la pena reducirlo a un simple cambio de impresiones, más o menos coherentes, o a la respuesta en batería a un montón de preguntas.
Te proponemos aquí un modelo de los temas para tu conversación con el sacerdote o con ese amigo con el que compartes, para que te ayude, tu lucha diaria. Gracias a Dios, la interioridad de las personas es mucho más amplia que un guión. Son cientos los matices de circunstancias por las que atravesamos y son otros cientos las consecuencias que se derivan de ellas (alegrías, penas, sufrimientos, sinsabores, desánimos, descubrimientos, etc.), por eso, y no por otra razón, conviene "acotar" nuestros temas de conversación, sabiendo ir al grano de nuestros problemas pero sin perder esa perspectiva amplia y maravillosa que engloba toda la vida de un cristiano.
No te limites a leer estas páginas como quien lee una revista de ocio. Más que leerlas te pido que las pienses, que veas de verdad en qué pueden ayudarte. No ha de darnos miedo comprobar lo lejos que estamos de una auténtica dirección espiritual. Eso sí, pongamos un esfuerzo mayor para aprender la tarea de conocerse a sí mismo para darse a conocer.

¿QUE ES LA DIRECCION ESPIRITUAL?

Antes de nada es importantísimo resolver dos asuntos. Uno consiste en saber exactamente qué es la dirección espiritual (porque de lo contrario no la valoraremos nunca) y el otro es encontrar qué persona puede ser el director de nuestra alma.
Estas dos condiciones nos permitirán afrontar con éxito el camino de la dirección espiritual. Entenderlas convenientemente y ponerlas en práctica es un asunto en el que nos jugamos mucho.

Les llamo a propósito "condiciones" porque sin ellas es imposible lograr una auténtica dirección espiritual.