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Preocupaciones, tristezas y alegrías

Cuenta todo lo que desde tu última conversación más te preocupa, te hace sufrir o te ha alegrado. Habla de lo que llevas en la cabeza y en el corazón, de lo que habitualmente piensas cuando estás en la calle o en casa, de lo que te quita la paz, de lo te hace sonreír, de lo que te desanima y de lo que te anima, de cuáles son tus ilusiones.

Piensa también si esas penas que tienes son más bien fruto de tu egoísmo, de pensar sólo en tus cosas; si habitualmente acudes al Señor para contarle esas alegrías diarias.

Habla de tus preocupaciones familiares o de algún amigo en especial o de algún asunto que llevas últimamente más en la cabeza y por el que estás intranquilo.

En definitiva, se trata de dejarle hablar, sobre todo, al corazón.