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Pregúntate entonces si tienes una pequeña lista de mortificaciones que luchas por cumplir, qué sacrificios has hecho por los demás (hacer los encargos en casa, no enfadarse, sonreír cuando cuesta, hablar de lo que a los otros les interesa para hacerles pasar un rato agradable, el aprovechamiento del tiempo, tener el armario ordenado, estudiar lo previsto, etc).
No sólo has te contar aquí tus pequeñas mortificaciones activas sino también aquellas que aparecen sin buscarlas: de cómo son tus reacciones ante un cambio de planes, de cómo aceptas un mal resultado deportivo, o una pequeña enfermedad que te ha estropeado la excursión, o un compañero que te pide ayuda justo cuando te ves falto de tiempo para preparar tus exámenes, etc.