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Mortificación

El que algo quiere, algo le cuesta. Por eso, en tu vida nunca puede faltar el sacrificio ¿O no te cuesta estudiar, o vivir bien la Santa Pureza, o hacer todos los días la oración?Por eso la mortificación es imprescindible para el que decide tomar en serio su vida de cristiano ¿o acaso no murió Cristo en la Cruz... sufriendo? No se trata de un sufrir masoquista, sino de saber negarse en miles de pequeñas cosas para hacer la vida más agradable a los demás y hacer realmente lo que tenemos que hacer, con ganas o sin ellas.

Pregúntate entonces si tienes una pequeña lista de mortificaciones que luchas por cumplir, qué sacrificios has hecho por los demás (hacer los encargos en casa, no enfadarse, sonreír cuando cuesta, hablar de lo que a los otros les interesa para hacerles pasar un rato agradable, el aprovechamiento del tiempo, tener el armario ordenado, estudiar lo previsto, etc).

No sólo has te contar aquí tus pequeñas mortificaciones activas sino también aquellas que aparecen sin buscarlas: de cómo son tus reacciones ante un cambio de planes, de cómo aceptas un mal resultado deportivo, o una pequeña enfermedad que te ha estropeado la excursión, o un compañero que te pide ayuda justo cuando te ves falto de tiempo para preparar tus exámenes, etc.